lunes, 17 de agosto de 2009

1º Ciencias Naturales y Economía y Gestión. Salud y Adolescencia. Prof. Juan José García‏

LA ADOLESCENCIA:

 

Pensar la cuestión adolescente implica un abordaje desde lo biológico, lo psicológico, lo social y lo antropológico. Es precisamente porque el aspecto cultural constituye un elemento determinante, que se hace necesario repensar la problemática de la adolescencia a la luz de las nuevas características que este aspecto de lo social presenta.  Es imprescindible para poder comprender tales cambios, introducir brevemente un perfil del momento vital que nos ocupa.

 

En términos generales, podemos decir, que la adolescencia está signada, como momento vital, por dos procesos fundamentales: la irrupción del desarrollo sexual y el pasaje del ámbito familiar al social. Ambos procesos confluyen en la elección de una pareja (con la futura constitución de la propia familia) y la inserción laboral. 

 

Podemos dividir la adolescencia en tres fases: adolescencia tempranas, media y tardía. La adolescencia temprana, a su vez, puede subdividirse en tres subfases: Prepubertad (8 a 11 años), pubertad (11 a 13 años) y adolescencia temprana propiamente dicha (13 a 15 años).

 

La adolescencia temprana.

 

La pubertad es el período en el que observamos en ambos sexos un cambio de conducta centrado en el incremento, a veces desordenado, de la motricidad. Comienza una aceleración del crecimiento. Para las niñas comienza entre los ocho y los once años y declina al término de la adolescencia temprana (quince y dieciséis años). Los varones muestran un patrón similar de crecimiento pero lo inician y lo terminan más tarde. La prepubertad supone el comienzo del crecimiento corporal y la puesta en marcha de las glándulas sexuales sin consecuencias visibles en el exterior. La pubertad es el período siguiente, en el que los cambios corporales comienzan a tener efectos visibles. Se produce el desarrollo de las características sexuales primarias y secundarias. Las primeras se refieren  a los órganos sexuales masculino y femenino ligados a la reproducción. Finalmente, la adolescencia temprana propiamente dicha abarca el último período de crecimiento, en el cual los cambios físicos no son tan notorios desde el exterior. La apariencia corporal externa indica que aquel niño que era, ha quedado transformado en adulto.

 

Desde el punto de vista antropológico, tienen lugar una serie de ritos que constituyen mediaciones establecidas socialmente y que marcan el pasaje del ámbito meramente familiar al espacio de la cultura. Tales ritos pueden ser la jura de la bandera, la primera comunión, la confirmación, el "bar mitzvah" de la religión judía y el cumpleaños de 15 para las niñas. Todos estos ritos marcan el pasaje de la familia al ámbito de lo social. Para el adolescente, que comienza a desasirse de la autoridad de los padres, es fundamental tener acceso a nuevos contextos que le permitan el acceso a la sociedad y al futuro.

 

 En esta etapa la relación entre padres e hijos entra en colisión. Los padres enfrentan dos problemática básicas: elaborar el crecimiento de los hijos y aceptar el comienzo de salidas del hogar en forma reiterada y variada. En estos nuevos espacios los jóvenes interactúan con otros grupos, otras familias, otras costumbres, otros ambientes socio económicos que permiten al adolescente hacer comparaciones y nuevos juicios sobre su propia familia, siempre traumatizantes, decepcionante para el hijo, no sólo por la comparación real, sino porque hasta ese momento su padres habían sido idealizados, modelos, garantes de su ser. El hijo juzga, se desilusiona y comienza una tarea de duelo, de separación del contexto familiar que le requerirá un trabajo difícil, que durará toda la adolescencia. Este duelo implica el abandono progresivo de la familia de origen para dirigirse hacia vínculos externos a esta, y que culminará con la elección de  la pareja y la inserción en el mundo laboral y socialmás amplio.

 

Para la familia, el hijo es un motor de cambio en su estructura. Para los padres también este momento supone cierta elaboración. A veces la familia vive en forma peligrosa que el hijo quiera tomar decisiones y elaborar nuevos juicios y opiniones sobre sí mismo y sus padres. La irrupción de lo sexual puede ser motivo de quejas a partir de manifestaciones en la conducta tales como la suciedad, la desprolijidad, la desatención y el encierro. En algunos casos despierta la competencia del progenitor del mismo sexo. En todos los casos, se trata del duelo que los padres deben hacer resignando el lugar de ideal y modelo que tenían para sus hijos. Este proceso provoca en algunos padres síntomas depresivos. Otros inician un proceso de retención a través de ofrecer de maneras seductoras toda clase de concesiones que impidan la salida, como viajes, falta de límites, exceso de dinero, y libertades sexuales excesivas, que anulan la rebelión necesaria para el desprendimiento.

 

 Es fundamental en este momento la presencia de los llamados "iniciadores". Estos son diferentes espacios extra familiares como la escuela, los grupos deportivos, religiosos, etc. que poseen lideres en los que el adolescente puede encontrar un diálogo orientador acerca de los valores importantes para ellos.

El vagabundeo, las actuaciones delictivas, la promiscuidad sexual con el inicio prematuro de las relaciones sexuales, la búsqueda de un objeto para chupar, inhalar, comer (adicciones) que impide surgir el sentimiento de vacío y soledad, son algunas de las formas frustradas de salida del adolescente temprano desde la familia a la cultura cuando no hay continencia  para ese proceso.

 

La irrupción del desarrollo sexual produce no sólo cierto extrañamiento con respecto a los cambios en el propio cuerpo, sino un incremento de toda la actividad sexual no genital. Tal incremento suele estar acompañado de un desorden en el comportamiento asociado. El adolescente no está en condiciones de elaborar simbólicamente estos cambios. La excitación genital se descarga a través de la masturbación. Tal dificultad para elaborar la irrupción de lo sexual puede desembocar en una iniciación sexual prematura que trae como consecuencia la posibilidad del embarazo. Este mismo descontrol puede llevarlo a conductas adictivas (droga, obesidad), o actuaciones agresivas, que ponen en peligro su vida. El desenfreno que se vincula a la rebeldía puede llevarlo a mostrarse sucio, con vestimentas bizarras. También se observan estallidos que concluyen en la rotura de objetos o del propio cuerpo. La deambulación sin rumbo, las fugas son manifestaciones de esta etapa. Aparece la terquedad, la suciedad, la resistencia a los límites, las malas palabras, el placer por descontrolar al otro con sus productos corporales. También se pueden observar las llamadas formaciones reactivas: púberes que se caracterizan por el orden, la limpieza, "las buenas costumbres". Algunos púberes varones utilizan sus caracteres sexuales secundarios para incrementar "sus encantos" a través de la potencia muscular. Otros buscan ser admirados por su belleza.

El grupo de pares constituye el primer espacio de transición entre la familia y el espacio social en general y de elección de la pareja en particular. Durante la pre- pubertad se incrementa el placer por el movimiento, que permite el agrupamiento a través de tareas organizadas como la práctica de deportes, la formación de campamentos, etc. surgen también los primeros bailes, reuniones en los cuales se realizan juegos reglados donde también tiene incidencia lo erótico. El incremento de la tensión sexual genital carece de formas sociales adecuadas de descarga y provoca generalmente un aumento de la agresividad en los grupos, que suele terminar con algunas descargas impulsivas de descontrol y auto agresividad (roturas de vidrios, golpes, llantos, accidentes). En esta etapa se constituyen las primeras parejas heterosexuales que tienen escasa duración (2 horas, días) y son variadas. La fidelidad es al grupo y no a la pareja. Los grupos están constituidos como masa, organizados por un líder, que es alguien del mismo sexo. Los contactos con el otro sexo son vividos como desestructurantes. A veces están acompañados de un sentimiento de perder el control. Los líderes que toman contacto con el otro sexo se prestan como modelo para ambos grupos (el de los varones y el de las mujeres) y generan ideas polarizadas: el héroe y la heroína, la prostituta y el seductor o el sátiro, ambas temidas y deseadas.  En el momento actual se dan entre las adolescentes mecanismos que apuntan a negar o borrar las diferencias con el varón:  emborracharse igual que los chicos, "encararlos"...  La palabra no es un instrumento para el pensar reflexivo. Hay tendencia al movimiento gestual o de desplazamiento motriz. El deambular es una forma de descarga y ambos sexos se unen para realizar desplazamientos parciales rítmicos y placenteros. La constitución de estos grupos se basa en mecanismos de disociación y proyección de las partes de sí mismo indeseadas o deseadas puestas en el otro: el tonto, el payaso, el lindo, el piola, etc. Las cargadas excesivas son frecuentes en este momento. También aparecen conductas sexuales no genitales, que se exacerban a partir del desorden sexual generado por el desarrollo puberal: escupirse entre compañeros, malas palabras, los olores, la suciedad, la negativa a bañarse, etc. Los iniciadores grupales constituyen un lugar que el adolescente temprano encuentra para resolver aquellos misterios que quisiera develar con respecto a la iniciación sexual y laboral.

 

 El iniciador laboral puede ser un deportista, un músico, el que gana admiración, poder, prestigio y dinero sin esfuerzo personal. Este último, las postergaciones, las frustraciones, son difíciles de comprender en este contexto. Todo lo que constituye un límite es desmentido, para preservar ilusión de ser "único", "especial". El iniciador de la sexualidad es aquel que en la pubertad "está avivado", el que sabe acerca de los orígenes de la vida, la mecánica del coito, los misterios del hotel alojamiento, y la vida sexual de las parejas mayores. El lugar del saber lo tiene el que conoce acerca del cuerpo de la mujer, el que se acerca a ella sin inhibiciones y prueba los primeros acercamiento corporales (ejemplo: beso) el que posee revistas y fotos pornográficas que muestra al grupo. De igual manera entre las chicas, la que "encara al varón", o tiene experiencias de juegos sexuales.  El iniciador en el diálogo comprensivo es aquel que se coloca como semejante, por un mecanismo de "identificación simpática", sin intentar el diálogo reflexivo que resulta traumatizante porque atenta contra la ilusión de completud, de una visión idealizada de sí mismo.

 

 

 

 

La adolescencia media.

 

La adolescencia media se caracteriza por la elaboración de los duelos que permite al sujeto establecer nuevos vínculos. El duelo por el cuerpo infantil culmina en esta fase con el logro de una nueva imagen de sí con la cual el adolescente se identifica. Se forman nuevos ideales que siguen teniendo cierto carácter defensivo ante la caída de la imagen idealizada de los padres. Precisamente, la tarea del desasimiento de la autoridad y el amor de los padres conduce a establecer vínculos de amor y algunas tramitaciones con respecto a la inserción laboral.

 

Una queja frecuente suele ser el hecho de que a partir de cierto momento la comunicación con los padres "se corta". La acusación de los hijos dice que sólo hablan formalidades. "Con ellos no se puede hablar". "No me entienden". La realidad es que el proceso de separación, manifestado por el silencio, deriva en un mayor grado de diferenciación del adolescente con relación a los padres. Esta mudez que sobreviene del adolescente con sus padres constituye una forma de evitar hablar "las verdades", aquellos temas fundamentales que siente que no puede transmitir a riesgo de quedar desmantelados, sin sustitutos parentales que llenen ese vacío. Durante la niñez los hijos sienten que son trasparentes para sus padres, que ellos entienden, que saben. Este período de ilusión y transparencia se va perdiendo. "Cerrar la boca" es una forma de decir "esto es mío", y de oponerse como forma de diferenciarse. El silencio también involucra dolor por esta diferencia. Al mismo tiempo que mantienen esa actitud respecto a los padres, van encontrando otros interlocutores sustitutos, hermanos, amigos, o algún interlocutor ideal, como el diario íntimo o un profesor con el cual compartir sus opiniones o secretos. En este sentido, en el encuentro de los adolescentes con el adulto en la escuela, se produce una situación paradójica, ya que por un lado se desplaza sobre ellos ese movimiento revulsivo, de separación y cuestionamiento de la autoridad que está operando en relación con las figuras paternas, y por otro es necesaria una transferencia de autoridad hacia esos "otros" adultos que opere como anclaje, que posibilite la separación familiar.

 

En la búsqueda de un objeto de amor externo a la familia, aparecen distintos espacios de transición. El grupo, que también constituye un espacio de transición, comienza a dar lugar al "amigo íntimo". En este momento suelen estar separados los vínculos de amor y los eróticos. En este momento también puede aparecer el aislamiento como un modo de defenderse del propio desenfreno. Las relaciones sociales requieren esfuerzo ya que el adolescente siente que tiene que mostrar una imagen que coincida con lo que él cree que el adulto o el grupo espera de él. A veces se trata del temor a mostrarse inseguro sin control sobre sí. Se trata del temor al estallido de furia por sentir humillación y vergüenza frente a la posibilidad de hacer el ridículo, de perder la imagen. La fantasía suele ser un espacio intermedio que le permite organizar su mundo interno. También pueden serlo el diario íntimo, la agenda, las actividades artísticas como literatura, la música, la plástica, el teatro, etcétera. Los noviazgos suelen durar períodos cortos sobre todo al comienzo de esta fase. Ellos confirman la imposibilidad de mantener un vínculo más allá de lo que se proyectó en él por efecto de la fantasía. Oscilan entre un vínculo de pegoteo y la evitación por el temor a lo sexual. Las dificultades para establecer un vínculo heterosexual también pueden estar dadas por la resistencia a dejar el vínculo grupal. Muchas veces desde los pares el establecimiento de la relación amorosa suele ser vivida como una traición, a partir de la disminución consecuente de actividades compartidas entre iguales.

 

Las adquisiciones afectivas fundamentales de la adolescencia son paralelas a sus adquisiciones intelectuales.  En el plano intelectual el adolescente, gracias a la construcción de la lógica formal, comienza a elaborar sistemas de pensamiento o teorías.   El pensamiento formal constituye a la vez una reflexión de la inteligencia sobre si misma, y una inversión de las relaciones entre lo posible y lo real.  Por lo tanto, si el adolescente construye teorías lo hace por un lado porque esta capacitado para la reflexión y por la otra porque su reflexión le permite evadirse de lo concreto-actual en función de lo abstracto-posible.  Estos sistemas de pensamiento permiten al adolescente su inserción moral e intelectual dentro de la sociedad de los adultos, ya que le proporcionan un referente para asimilar las ideologías que caracterizan a la sociedad como cuerpos organizados, en contraposición a las relaciones Inter.-individuales.  El adolescente pasa por una fase en la que le atribuye una potencia ilimitada a su pensamiento.  El largo proceso de descentración que le permite "curarse de su crisis idealista" durará toda la adolescencia, y se efectúa simultáneamente en el plano social y en el del pensamiento.  El inicio del trabajo propiamente dicho permite que el pensamiento amenazado de "formalismo" se una con la realidad.

 

La adolescencia tardía.

 

Cuanto más desarrollada y tecnificada es la sociedad en cuestión, hay un estiramiento del período adolescente, dado que el ingreso del joven a la producción se demora. La dependencia material respecto de los padres sostiene una mediatización con respecto al enfrentamiento de la exigencia de tareas laborales. Esto conlleva la posibilidad de un amplio lapso de preparación para un futuro que permanece en el horizonte, como para que coincida el logro de la propia manutención con la efectivación de la capacidad de procrear. En este período se espera que se estabilicen los vínculos amorosos, así los propios ideales y el carácter.

 



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